Bibiana era testigo del descubrimiento de una fosa común clandestina cuando, a unas decenas de kilómetros, el público aplaudía los últimos espectáculos de un festival en Guanajuato, el estado más violento de México y uno de los motores industriales y turísticos del país.
"Mientras la gente aplaudía el Cervantino (un evento anual de artes escénicas en Guanajuato capital), nosotros desenterrábamos cadáveres", dice Bibiana Mendoza, fundadora de "Hasta encontrarte", un colectivo de mujeres que buscan a un familiar desaparecido.
Recientemente se encontraron unas 300 víctimas de la guerra del narcotráfico en el estado de Guanajuato, una región industrial que alberga a los gigantes mundiales del automóvil (Mazda, Toyota, Honda y General Motors).
En esta región del "Bajío" (centro-norte del país), la mujer de 32 años busca a su hermano, del que no tiene noticias desde 2018.
Bibiana dirigió su búsqueda desesperada a la ciudad de Irapuato, cuando los residentes informaron haber visto a un perro caminando con un miembro humano -una mano o una pierna, según la versión- entre sus colmillos.
El rastro del perro condujo al descubrimiento, a finales de octubre, de una fosa clandestina donde las autoridades encontraron restos humanos en 53 bolsas de plástico selladas.
Con 2.424 homicidios entre enero y septiembre, Guanajuato -con una población de 6,1 millones- fue el estado más violento de México en 2022.
En otro ranking, una ciudad de la región, San Miguel de Allende, fue nombrada la ciudad más bella del mundo en 2021 por la revista estadounidense "Travel + Leisure", por su "unión de arquitectura neogótica y España colonial". La capital, Guanajuato, es también una ciudad de casas de colores.
A imagen y semejanza de un país en el que lo sublime se codea con el horror, el gobierno local quiere promover el "turismo romántico" (para los recién casados), en esta región en la que nueve personas volvieron a ser masacradas en un bar cerca de Irapuato el 9 de noviembre.
En los últimos cinco meses se han producido cinco masacres similares en Guanajuato, con un total de unos 50 muertos.
Como si de otro país se tratara, la fábrica de Mazda en Salamanca -la mayor del mundo fuera de Japón- produce 815 unidades diarias, algunas de las cuales se exportan.
"Contamos con parques industriales (...) facilidades de mano de obra, de transporte y de comunicación proporcionadas por los gobiernos locales", presume Jaime Contreras, gerente de la planta de Mazda.
No hemos escuchado que se haya cancelado o cortado alguna inversión por la inseguridad", dice Héctor Rodríguez, líder local del sindicato patronal Coparmex en el estado, que representa el 4% del PIB nacional.
En esta región de contrastes, la delincuencia es el resultado de la guerra entre los cárteles Jalisco Nueva Generación (el más poderoso de México) y Santa Rosa de Lima, que inició sus actividades en el robo de combustible.
El estado de Guanajuato se encuentra en una ruta estratégica "para el trasiego de drogas, para conectar con la frontera (estadounidense) y los puertos del Pacífico", según el experto en seguridad David Saucedo.
La zona forma parte de las rutas del fentanilo (opiáceo sintético) y de la cocaína", dijo.
Los cárteles se financian en parte vendiendo la droga a nivel local, lo que explica en parte los ataques a los bares: cada banda guarda celosamente su espacio comercial y su cuota de mercado contra cualquier intento de intrusión de una banda rival.
Nueve de cada 10 asesinatos "están relacionados con el tráfico a pequeña escala", confirma Sophia Huett, secretaria ejecutiva del Sistema de Seguridad Pública de Guanajuato.
El gobierno local reclama algunas detenciones, pero éstas son insuficientes si las autoridades federales no atacan las estructuras criminales, añade.
Agotada por su infructuosa búsqueda, Bibiana está enfadada.
"Odio escuchar al gobernador decir que va a hacer de Guanajuato un lugar más seguro. Odio escuchar al presidente Andrés Manuel López Obrador decir que no es responsable de lo que está pasando, y que está haciendo las cosas bien.